José María y Corina lo habían conversado en alguna de su tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, abril 09, 2018

La ansiedad del tuitero


Fotograma del capítulo "Nosedive", de la serie Black Mirror.

La socialite Kylie Jenner, la menor de las famosas Kardashians, que tiene 24.5 millones de seguidores en su cuenta de tuiter, provocó una pérdida de 1.300 millones de dólares a Snapchat, con este tuit, el 21 de febrero, a las 16h50: “Sooo does anyone else not open Snapchat anymore? Or is it just me... ugh this is so sad.(Entonces, ¿es que ya nadie más abre Snapchat? O soy solo yo... uf, esto es muy triste.). Después del trino, las acciones de Snapchat cayeron en un 6%. A propósito, ¿saben ustedes qué es lo que hacen las Kardashians?
No suelo ver televisión porque dedico ese tiempo a leer y escribir, pero, hace un par de meses, mis alumnos me recomendaron Black Mirror, así que elegí “Nosedive” o “Caída en picada, primer episodio de la tercera temporada, para conocer de qué iba la serie. Lo que vi, no sin cierta aprehensión, fue una distopía acerca de un mundo regido por los likes de las Redes Sociales. En ella, el valor de las personas se mide por el puntaje obtenido en la virtualidad: un mundo de falsedades reales convertidas en realidades virtuales.
A propósito de la navegación virtual y sus peligros, el caricaturista colombiano Vladdo, dijo en Semana, que el tuiter era peor que el tráfico de Bogotá, y que se dio cuenta de que había emitido alrededor de cien mil trinos. Haciendo cálculos, aquello equivale a doce veces Cien años de soledad. Tanto tiempo creativo desperdiciado en cómo construir un mensaje en 140 caracteres, a qué mensajes darles RT, qué es lo que se responde y qué se deja pasar.
Yo mismo, que trato de tuitear lo indispensable, ahora que estoy preparando un curso sobre el Quijote he llegado a sentir lo que percibí antes de cerrar mi cuenta de Facebook: que le presto más atención de la necesaria al tuiter. Después de todo, en pocos minutos, alguien me reenvía el tuit al whatsapp; y, lo que es más sorprendente, las ediciones online de los diarios convierten al tuit, por intrascendente que sea, en “noticia”: “Fulana o Mengano insultó a Perencejeta y se hizo #tendencia.”
La conversión de ciertas “noticias” en #tendencia, nos advierte que ya estamos viviendo en un mundo de verdades falsas: existen porque circulan en las RS, pero su veracidad se sostiene en la cantidad de retuits que consiguen y no en la condición verdadera del hecho en sí mismo. Para ello se ha acuñado el término posverdad. ¡Y hay asesores comunicacionales que se jactan de sus campañas cargadas de posverdad! La RAE ha logrado definirla, a prisa y bien: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.”
Enganchados a las RS, necesitan la compensación de un like, de un RT, o del hipócrita corazón de los FAV, igual como sucede en “Nosedive”. Y los enganchados revisan constantemente su cuenta para comprobar, con la ansiedad del que espera la aprobación de los demás, que únicamente las celebridades, Paris Hilton o Gianlucca Vacchi, convierten en #ciberplaga aquello que postean en las RS.

 Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 06.04.18

domingo, abril 01, 2018

Mi encuentro con la edición príncipe del Quijote


Enero de 1605: Miguel de Cervantes, finalmente, acarició un ejemplar impreso por Juan de la Cuesta, de su novela El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha. Según el cervantista Francisco Rico, el tiraje estuvo entre 1.500 y 1.750 ejemplares. Uno de esos se encuentra en la Biblioteca del Congreso de los EE.UU. y, hace una semana, yo pude hojearlo con la avidez y la emoción de un heredero menor del oficio de Cervantes. Ojear el libro, pasar sus páginas con mis propios dedos; leer en voz alta las líneas del prólogo, del dialago entre Babieca y Rozinante, y el párrafo inicial del primer capítulo, ha sido para mí una inédita experiencia de mística laica; un momento memorable en el que viví el profundo sentido de lo sublime kantiano.           
El éxito del Quijote fue tal que, a mediados del año, apareció la primera reimpresión. En el mismo 1605, ya estaba circulando en Lisboa la inaugural edición pirata del Quijote, impreso con licencia del Santo Oficio por Jorge Rodríguez, que también pude ojear y hojear. Esta edición tiene la particularidad de presentar la primigenia imagen del Quijote y Sancho en la viñeta de portada. Sancho responde más a la descripción de cuando se lo llama Sancho Zancas: “Y debía de ser que tenía, a lo que mostraba la pintura, la barriga grande, el talle corto y las zancas largas”, y no al Sancho regordete y paticorto creado por Gustavo Doré a mediados del siglo XIX, cuya imagen es la que ha prevalecido hasta hoy.
Del 1575 a 1580, Cervantes padeció su cautiverio heroico en Argel, hasta que el fraile trinitario Juan Gil pagó los 500 escudos exigidos por su rescate. La primera edición del Quijote tuvo el precio de venta de 290,50 maravedíes. El ducado, creado en 1497, equivalía a 375 maravedíes, aunque desde Carlos V se había convertido en moneda de cuenta. Para la época del rescate el escudo ya había sustituido al ducado en el uso. Por tanto, manteniendo al ducado como unidad de cambio, el rescate fue de 187.500 maravedíes, igual al precio de 645 ejemplares del Quijote, o de 1.476 gallinas de la época.

Leyendo el primer capítulo del Quijote en la edición de 1605.

 Padeció cárcel en 1592 y 1597, suerte de cautiverio infamante, por irregularidades burocráticas, en Castro del Río y Sevilla. Se dice que a esta última prisión de tres meses es a la que se refiere Cervantes cuando en el prólogo de la primera parte dice: “Y, así, ¿qué podía engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?”
A finales del siglo XVII ya habían aparecido 53 ediciones (23 en otras lenguas) del Quijote. Rico sostiene que el editor de la edición príncipe tuvo mucho trabajo con la ortografía y la puntuación de don Miguel, que firmaba Cerbantes. Yo solo puedo dar testimonio de que mi encuentro cercano con la edición príncipe de la primera parte del Quijote fue exacerbado por el mismo amor quijotesco hacia Dulcinea, dado por la mucha hermosura y la buena fama, que es como decir basado en la buena fama de la novela y lo hermoso de su escritura.

Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 30.03.18

domingo, marzo 25, 2018

Juan Ramón Jiménez, espíritu en mi poesía

En la Universidad de Maryland, marzo 2018

Durante muchos años fui un poeta vergonzante. Escribía mis poemas en papel de reciclar y los echaba sin piedad al cesto del olvido. No solo era que no hallaba mi propia voz, sino que tampoco encontraba asuntos para mi poesía. Entonces llegué a la Universidad de Maryland, con una beca Fulbright – Laspau, para hacer una maestría en Literatura Latinoamericana. El Departamento de Español y Portugués, donde estudié, queda en el edificio Juan Ramón Jiménez.
JRJ enseñó en Maryland, entre 1943 y 1951. El 23 de enero de 1956 fue nominado por la universidad al Nobel de Literatura, que recibió en ese año. La nominación, firmada por A. E. Zucker, e impulsada por Graciela Palau de Nemes, a quien conocí en 1996, una de las mayores especialistas en la obra juanramoniana, ponía énfasis en el valor de Platero y yo, como el “mejor poema en prosa escrito en español.”
A más de cien años de su aparición, hay que disfrutar en Platero y yo de esa mirada juanramoniana que poetiza el mundo y lo puebla de recuerdos; saborear esa prosa poética impregnada de la tradición romántica y de un modernismo sin japonerías ni cisnes, poesía que invoca tanto a Bécquer como a Darío. El narrador, mientras le promete que jamás hará de él un héroe charlatán de alguna fabulilla, le dice a Platero: “Tú tienes tu idioma y no el mío, como no tengo yo el de la rosa ni ésta el del ruiseñor.”
La lectura de la obra de JRJ, especialmente, Diario de un poeta recién casado (1916) y Animal de fondo (1949), me produjo un deslumbramiento: él construyó su poesía en la búsqueda de la expresión desnuda y el encuentro con un dios propio, como pasión de vida en sacrificio de la vida misma: “durante toda esta vida mía de libertad constante, he intentado comprender la verdad y la belleza, la belleza verdadera, esa belleza que está en todo, en lo llamado bello y lo amado feo”. Estudiando a JRJ, en sus memorables antolojías, descubrí la desnudez de la poesía y encontré la voz propia buscada. Él, lleno de interrogantes y conciencia de totalidad, dijo: “¿Mi mejor poesía? Mi obra en su conjunto.”
El viernes anterior regresé a la Universidad de Maryland y ofrecí un recital basado en Mística del tabernario, que contó con la presencia de mis queridos maestros del Departamento. En “Autorretrato, 2015”, abrí la lista de aquellos con los que he alimentado mis lecturas y mi escritura de poesía, con el de JRJ: “El acertijo de mundo que soy es poema / habitado por nombres que evoco en vano. // Trasparencia de rosa desnuda en jardín / que pregunta si soy Juan Ramón Jiménez…”
En la planta baja del edificio todavía está un busto de JRJ, en bronce; su nariz es de un amarillo refulgente por causa de la creencia estudiantil de que, frotándola, el alma del poeta contribuirá a una buena nota. No resistí la tentación de oficiar el rito, y el espíritu de Juan Ramón, diseminado en ese dios deseado y deseante, herético, creado a su semejanza, estuvo conmigo durante aquella feliz lectura, así como me ha acompañado en mi escritura poética.

Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, 23.03.18